Nos cuesta dar por muerto a Baselworld, pero lo está. La organización aún no ha dicho que no se celebrará más, pero ya ha confirmado que la edición 2021, que estaba prevista para enero, no tendrá lugar.
A mediados de abril las marcas más importantes de la feria de Basilea anunciaron que no participarían en la que iba a ser la edición de 2021. Primero fueron Rolex, Patek Philippe, Chanel, Chopard y Tudor, y días más tarde, las tres del grupo LVMH que faltaban por abandonar la feria: TAG Heuer, Zenith y Hublot (Bulgari ya había comunicado a mediados de febrero que no contaran con ellos).
La organización de Baselworld hizo público el 14 de abril un duro comunicado mostrando su “sorpresa y desagrado” ante los abandonos. En él, acusaban a estas ocho grandes marcas de deslealtad al estar negociado la continuidad de Baselworld cuando ya tenían lista la huida a Ginebra. Era un texto lleno de rabia y decepción, que escondía también un conflicto por el reembolso de los importes adelantados para la celebración de la edición finalmente cancelada. MCH Group, empresa organizadora de Baselworld, propuso dos opciones: que el 40% de lo adelantado fuera transferido a la edición 2021, con una devolución del 30%; o que se asignara a la próxima edición el 85% sin ninguna devolución. Con el porcentaje restante la organización cubriría gastos. Finalmente, el acuerdo alcanzado indica que a las ocho marcas que abandonan se les devolverá el 60% y, al resto, el 65%. Tenga en cuenta que ese 5% es mucho dinero…
Cualquiera que haya estado en Baselworld y lea los nombres de las marcas que abandonan tendrá claro que esta feria, con 103 años de historia, ha llegado a su fin. Todas esas marcas corresponden a los grandes y espectaculares espacios expositivos que ocupaban la zona noble, la entrada al pabellón principal. ¿Qué proponen ahora? Pues montar una feria paralela a Watches & Wonders, continuación aún nonata de SIHH a causa de la pandemia, en sus mismas fechas y en el mismo espacio, Palexpo, en Ginebra. Es decir, irse con la que hasta hace pocos años era la hermana pequeña de las ferias suizas de relojería.
Se plantea de esta forma un panorama absolutamente impensable hace tan solo cinco o seis años, cuando Baselworld era un monstruo invencible e imparable que acababa de estrenar un nuevo y espectacular edificio en el centro de la ciudad. En 2014, por ejemplo, cuando quien escribe estas líneas visitó por primera vez esta feria, Baselworld era incuestionable, un derroche de lujo con traje nuevo, por el que era difícil andar sin tropezar con alguien y en el que tenía que estar todo el que fuera o quisiera ser alguien en la relojería. Fuera de allí, como en la aldea gala de Astérix, solo había 16 marcas, las pertenecientes al grupo Richemond, que se refugiaban en el Salon International de la Haute Horlogerie (SIHH), un evento exclusivo celebrado en enero en Ginebra, al que no podía acceder el público.
Poco a poco, el monstruo comenzó a perder fuerza. La crisis financiera de 2008 aún daba sus últimos coletazos, provocando que la industria relojera suiza pasara un bache que hizo que los beneficios y los empleos menguaran. Las marcas que seguían confiando en Baselworld –no se sabe muy bien si porque querían o porque debían estar- nos comentaban en privado que su participación en los 8 o 10 días de feria les costaba una cantidad de dinero astronómica, y que, en una época en la que la conectividad era mucho más sencilla, quizá no mereciera la pena tan potente desembolso. Comenzaron a abandonar las relojeras pequeñas, y en 2018 se anunció la espantada de todo el grupo Swatch, que con sus 18 marcas ocupaba buena parte del pabellón principal.
Nosotros y todos los periodistas que nos desplazábamos hasta Basilea para cubrir la feria notábamos también que los precios estaban por las nubes. El alojamiento o la comida alcanzaron unas cifras extravagantes. Todos aquellos que veían cómo sus arcas rebosaban durante unos días gracias a la feria estarán ahora lamentando no haber sabido tratar con más mimo a las decenas de miles de visitantes venidos de todas las partes del mundo.
Mientas tanto, SIHH daba cabida cada vez a más marcas. Ya no hacía falta pertenecer al grupo Richemond. Por allí cayó, por ejemplo, Audemars Piguet, Greubel Forsey y un puñado de empresas relojeras emergentes que ocupaban el llamado “Carré des Horlogers”, idea copiada después por la feria basiliense.
Cuando la posibilidad de una pandemia mundial era solo viable para guionistas de Hollywood, amantes de las teorías conspiranoicas o catastrofistas, SIHH y Baselworld se pusieron de acuerdo en hacer algo para que el modelo de las ferias siguiera vivo. SIHH cambió de nombre (ahora es Watches & Wonders) y movió sus fechas a principios de mayo. Justo antes se celebraría Baselworld. Se buscaba facilitar la vida a los visitantes, que solo tendrían que viajar a Suiza una vez para asistir a las dos ferias. Pero el coronavirus saltó de China a Europa y a finales de febrero, cuando los confinamientos eran cosas que solo pasaban en Wuhan, la feria ginebrina anunció la cancelación de la edición 2020. Días después lo hacía Baselworld, pero con sorpresa: daba ya fechas para la edición 2021, que casualmente eran las ocupadas por SIHH hasta el año anterior.
Tenemos la sensación de que hablar del futuro es un entretenimiento vacío. Hacer planes es ahora una actividad de riesgo, pero este es el panorama que, a día de hoy y si nada se sigue torciendo, nos espera en 2021: una doble feria en el mismo lugar (Ginebra) y en el mismo momento (aún por definir) en las que se presentarán las grandes marcas de la industria, y un montón de pequeñas marcas, a las que muchos conocíamos en algún paseo por los pasillos de Baselworld si lográbamos rascarle un rato a la agenda, sin un lugar donde mostrarse de forma presencial.
El coronavirus nos ha traído montañas de preguntas sin respuesta, y las pocas que hay son volátiles. Un día las mascarillas son prescindibles, y al día siguiente son obligatorias. Un día el haber pasado la covid-19 nos hace inmunes y al día siguiente escuchamos que en algún sitio alguien cree haberse infectado de nuevo. Pero sí que tenemos la certeza de que esta crisis desconocida ha terminado con las ferias de relojería tal y como las conocíamos. Ya ha fulminado a un evento como Baselworld. Tenía más de 100 años y presentaba patologías previas.
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