Por Eli Vanessa Moreno
Desde 1932, los relojes de buceo y la marca Omega tienen historia juntos. El Omega Marine comenzó está relación convirtiéndose en el primer reloj de inmersión que fue comercializado.
Esta pieza tenía una peculiaridad: una doble caja fabricada en acero (además, existía una segunda versión en oro de 18 quilates), lo que permitía que la caja le ofreciera una seguridad adicional al movimiento del reloj. Fue considerado como uno de los mejores relojes resistentes al agua de la época.
En 1937, el semanario francés L’Illustration (el mismo que fue el primero en publicar una fotografía a color y el primero en publicar una fotografía en blanco y negro) lo definía en sus páginas “como el más elegante y absolutamente seguro reloj impermeable”, y promocionaba como una de sus grandes ventajas el cristal de zafiro prácticamente irrompible.
Por eso el naturalista, zoólogo y explorador americano Charles William Beebe, calificó al Omega “Marine” como “un auténtico progreso para la ciencia de la relojería”, así comenzó la manufactura suiza a revolucionar el mundo relojero.