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  No hace mucho, quien vendiera uno de sus relojes en algún establecimiento de segunda mano era interpretado como una medida de desesperación, apuros por dinero. Por otro lado, quien lo compraba era percibido como un arribista, alguien que quería aparentar lo que aún no llega a ser.
Si querías un Rolex y podías pagarlo te ibas a
la relojería y te comprabas la última novedad presentada en Ginebra o en Basilea. Pero era posible que en la siguiente reunión llegara alguien con un Patek Philippe de la década de los sesenta, parte de una edición limitada de 50 piezas. Y
la novedad de Rolex que acababas de comprar
se venía a menos de repente. ¿Cómo hacerse entonces con una pieza con solera, con historia, que perteneció a alguien importante o que fue pionera en algún aspecto estético o técnico? ¿Cómo conseguir que tu reloj cuente mucho más que la más increíble de las novedades del año? ¿Cómo lograr realizar una inversión que tenga
una garantía de revalorización desde el mismo momento de su adquisición, sin esperar a saber si tu flamante pieza, que tanto promete, se convertirá en un nuevo clásico o caerá en el olvido?
La respuesta es clara: la reventa. Para que llegara
al nivel actual en cuanto a reconocimiento
y rendimiento económico tuvo que pasar de
ser una opción vergonzante a algo de lo que enorgullecerse. Pasar del “es el reloj de mi abuelo, y ahora que mi padre ya no está, me toca custodiarlo a mí”, al “miren qué tesoro he encontrado en el mercado de segunda mano” no ha sido fácil, pero ha ocurrido. Hoy, el mercado secundario de venta de joyas y relojes de lujo supera los 8000 millones de dólares al año, con una previsión de crecimiento anual de hasta dos dígitos.
Para llegar hasta aquí ha sido necesario que la compra por Internet se gane la confianza de los consumidores, algo complicado si los artículos son de alto valor. Han sido necesarios varios años y mucho trabajo por parte de las plataformas de reventa,
que se han visto obligadas a generar una altísima confianza. Para ello, han trabajado principalmente en las garantías: autenticidad de las piezas, estado técnico óptimo, cobertura ante desperfectos,
envío confiable y pago seguro. Algunas de estas plataformas online se acercan hoy a los 50 millones de dólares de facturación anual.
Este auge ha hecho que las marcas relojeras se interesen por un negocio que, a priori, debería
ir en contra de sus intereses. En primer lugar, porque pueden desincentivar la compra de las novedades y, en segundo lugar, por miedo a que el valor de la marca sufriera. Aun así, son las que pueden ofrecer mayores garantías al cliente que opte por una pieza de segunda mano y las que mayor y mejor stock pueden ofrecer. Así que, aun tímidamente, se han adentrado en el mercado secundario. Audemars Piguet (cuyo modelo Royal Oak es de los más demandados) anunció hace
ya unos años que abrirían tiendas de reventa. Por su parte, Richemont se hizo con el portal Watchfinder, creado en 2002 y que cuenta con relojes de más de 50 marcas y con tiendas físicas en ciudades como París, Londres o Ginebra. También lo ha anunciado la sección relojera de LVMH, con marcas tan jugosas para la reventa como Hublot o TAG Heuer.
Vivimos una crisis enorme, cuyas consecuencias
no llegamos aún ni siquiera a atisbar. La industria relojera, como muchas otras, se ha desplomado, y el mercado de reventa se presenta como una buena oportunidad para que las manufacturas logren rentabilidad mediante un nuevo canal de venta. Sería otras de las barreras a priori infranqueables que la industria deja caer en los últimos años.
ESPECIAL REVENTAS
     VERANO 2021 | 39 |
      














































































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